martes, 10 de noviembre de 2009

Comprar, comprar, comprar es un verbo que no tengo que conjugar

Cuando la vida nos sonríe vamos al mall y nos damos un gusto. Cuando llora la vida, vamos igual y nos damos un consuelo. ¿Quién de nosotros está libre del siempre vilipendiado consumismo? Lo sufrimos jóvenes y viejos, los de billetera ancha y estrecha, ricos y pobres, mundanos y consagrados. Y es que nuestro tiempo lo premia, y todos con gusto lo padecemos. Es una gripe que muta siempre de nuevo ofreciendo productos y promociones, una enfermedad de la que no acabamos de generar inmunidad.
Pero el comprar ¿qué contenidos morales tiene? Sin duda todo dependerá de las circunstancias. No podemos volvernos “talibanes” contra el mercado pues para subsistir y llevar una vida normal necesitamos comprar no sólo alimentos y vestuario, sino también un sinnúmero de bienes. El asunto es: ¿en qué medida somos conscientes de esas transacciones y cuándo escapan de la lógica de la justicia y el amor? La frase que titula esta columna me la dijo una señora con los pies muy puestos en la tierra, de una gran sencillez pero que, igual que todos, de vez en cuando perdía la cabeza por algún producto que no necesitaba realmente. Es un asunto de sobriedad, de proporciones y de evangelio.
En un tiempo que no acabamos de salir de una crisis económica internacional, cuando se apuran nuestros bolsillos y los estómagos de muchos, nuestro pastor el papa Benedicto XVI, ha escrito una encíclica que quiere hacernos reflexionar sobre las características del orden mundial que vivimos. Nos podemos quedar en los principios ahí expresados, pero la invitación del papa es a penetrar nuestra vida cotidiana para empapar de verdad nuestros vínculos descubriendo ahí nuestras faltas a la justicia y el amor. Nos podemos llevar una sorpresa si nos preguntamos ¿en qué se me va la plata? ¿porqué gasté en eso que no es imprescindible? No son estas preguntas una invitación a la tacañería, quizás por el contrario, quieren invitarnos a un uso más generoso del dinero, en mi hogar, familia, barrio, grupo, amigos, ciudad, iglesia. El P. José Kentenich nos mueve a construir un Nuevo Orden Social, la temática expresada en tono crítico por el papa no es ajeno a él. En medio de las relaciones monetarizadas de nuestra vida, hagámosle un lugar a lo gratuito y esperanzado, eso puede cambiar nuestro mundo.


2 comentarios:

  1. muy bueno Padre
    el otro día conversabamos con el Padre Rodrigo sobre el poco valor que se le da a lo "gratuito",
    lo poco que se agradece... tal vez por eso hoy en día no se valora tanto a Dios, ya que su amor es gratuito.

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  2. Es cierto, lo gratuito tiene un "valor mayor". Hay que salir a la caza de esas actitudes y acciones "de la gracia"... no son muchas, pero tampoco pocas.

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