martes, 27 de octubre de 2009

Gabriela Magistral

Será porque siempre me dijeron que algo tenía de especial, que ahora no me choca que la cataloguen de distinta por sus amores. Como todo niño chileno aprendí el “dame la mano y danzaremos” pero su rostro duro en los billetes de cinco lucas me hacían imaginar que no debe haber sido una tía amable sino más bien un poco tosca y dolida. Nunca me compré que fuera una mamá ideal, tierna y amorosa como la mía.
Pero me acompañó desde pequeño, igual que a tantos. Con su esfigie dura en el frontis de los liceos, en las esquinas de las plazas de armas, en los poemas que memorizábamos entre el hastío y la sorpresa.
Con los nuevos descubrimientos de material mistraliano somos invitados a sumergirnos de nuevo en sus textos llenos de actualidad. Sus poemas que nos hablan del paisaje chileno y su gente sencilla son un llamado a las raíces ahora que nos llenamos la boca de bicentenario. Sus pensamientos sobre la enseñanza y el niño debieran ser un horizonte para los que se plantean con pasión la pregunta por nuestro estancado modelo educativo. Sus palabras de cielo, llenas de fe, incitan a penetrar el misterio de Cristo, Palabra de Dios, desde las palabras humanas más hermosamente compuestas.
En medio de las polémicas por su estilo de vida no nos queda más que reconocer tanto la pequeñez del instrumento como sus fuertes pasiones, la excelencia de su pluma y su sufrimiento sincero como el nuestro. ¿Qué tiene de ideal Gabriela? No podíamos pretender que fuera un dechado de virtud, una especie de mesías nacional. Esta pregunta por la perfección de la poetisa cada quién debe responderla desde su lectura. A mí personalmente, me admira su sabiduría para expresar lo humano y lo divino, el trabajo y la oración, la vida y la muerte.
Un ejemplo. En los últimos días me ha fascinado su prosa, especialmente la que expresa en “El oficio lateral” la importancia de los equilibrios creativos en la vida de las personas, algo que roza lo que solemos llamar “vida orgánica”. Pone su mirada crítica sobre el trabajo realizado sin creatividad y sobre una vida plana, alejada del gusto y los horizontes abiertos. Al leer sus textos en un castellano ordenado y vocálico, sugerente y creativo, es fácil reencantarse con nuestro idioma, con la riqueza de los vínculos, con el amor y la libertad como núcleo de lo vivo.
Gabriela Magistral, nueva maestra de Chile, me quedan tus preguntas tanto como tus matices.

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