jueves, 22 de abril de 2010

Vivencia de Resurrección

Avanzada la Pascua compartimos signos de la luz divina. La resurrección de Jesús se expresa de modos muy diversos en cada vida humana. Como dice Pedro, te doy de lo que tengo.
El lunes de Pascua me encontraba de paseo en un pueblo del sur, y no habiendo llevado los ornamentos y artefactos necesarios para celebrar la misa me acerqué a un monasterio cercano. Las hermanas me recibieron, a mi y a dos hermanos de comunidad, con su conocida sobriedad y hospitalidad. Al entrar a la Iglesia nos llamó la atención lo vacía que estaba. Será, dijimos. Y nuestra sorpresa fue grande cuando fuimos invitados a pasar a un salón más pequeño donde había unas veinte monjas bien dispuestas y con sus instrumentos en la mano. Comenzó el concierto, una misa de resurrección cantada de principio a fin y acompañada por más de diez instrumentos afinados y ensayados para alegrar la Eucaristía. El ayuno cuaresmal fue roto con gracia y gozo por estas hermanas que cantaron glorias y aleluyas de diferentes estilos en honor a su esposo resucitado, y que nos ofrecieron la felicidad de ser consagradas a él, indivisas a su cruz y vida. Magdalenas, Martas y Marías que ofrecen su vida como testimonio de los misterios de Cristo, misioneras estables, discípulas atentas al maestro, madres escondidas de la Iglesia. Charangos, pianos, quenas, zampoñas, flautas, panderos, bombos, violines y chelos. Voces de cielo que entonaron himnos antiguos y arcaicos, europeos y andinos, al que nació y vive siempre de nuevo.
En ese rato de fiesta en torno a la mesa del resucitado me di cuenta de lo que significa la vida de Jesús en sus hermanos. ¿Cuál es tu historia de Pascua?


 

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